Sigo sin atreverme a escribirte, que le voy hacer. Nunca dejaré de ser una cobarde, por mucho tiempo que pase. Y todas esas palabras que debería ser capaz de pronunciar en voz alta se perderán en este universo completamente distinto al tuyo. Me gustaría ser capaz de expresar las cosas que pasan por mi cabeza, más aún, capaz de decírtelas, pero ya lo he dado por imposible. Nos quedaremos así, en un todo lo que pudimos ser, para mí. Y, el día que no pueda más, te dedicaré miles de cartas y canciones amargas, quizás incluso alguna lágrima. Para cuando te acuerdes de mí ya será tarde, jugarás al príncipe valiente y querrás salvarme, pero estaré totalmente fuera de tu alcance. Y, si mañana nos volvemos a cruzar, por favor no se te ocurra mirarme, que sabes que mi fuerza de voluntad es limitada, que me basta una sonrisa para salir disparada y acabar de nuevo atrapada en tu campo de atracción.
lunes, 26 de marzo de 2012
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